Para las personas mayores, el bienestar físico implica el acceso a una atención médica adecuada y la capacidad de realizar actividades cotidianas de forma autónoma o con el apoyo necesario. El bienestar emocional es fundamental, ya que muchos mayores enfrentan desafíos como la soledad o la pérdida de seres queridos. En este sentido, contar con una red de apoyo y tener acceso a actividades recreativas o grupos comunitarios puede contribuir a su felicidad y autoestima. Además, la salud mental juega un papel esencial en el bienestar de los mayores, ya que problemas como la depresión y la ansiedad son comunes. Por último, el bienestar también está ligado al entorno donde viven; un hogar adaptado y seguro es clave para su comodidad y seguridad.



Durante la evaluación inicial, el cuidador o el profesional de la salud revisa el historial médico del paciente, incluyendo enfermedades crónicas, medicamentos y tratamientos previos. Además, se evalúa la capacidad de la persona para realizar actividades diarias, como moverse, alimentarse, vestirse y realizar tareas domésticas. La evaluación también abarca aspectos emocionales y sociales, identificando el nivel de apoyo familiar y posibles sentimientos de soledad o ansiedad. Este proceso no solo permite al equipo de atención conocer el estado actual del paciente, sino que también ayuda a establecer objetivos de cuidado claros y realistas. Con esta información, se puede crear un plan de atención personalizado que responda a las necesidades físicas, emocionales y sociales del paciente, asegurando una atención domiciliaria que mejore su calidad de vida y promueva su autonomía tanto como sea posible.